EZEQUIEL WOLF

jueves, 31 de mayo de 2012

Cuerpos de luz corriendo en pleno cielo


Bajo el cielo que se mueve sin moverse, Dante y Cassandra danzan, bailan y se entregan.
El cielo crece y decrece, nos agobia y nos encapota a todos, a todos nosotros, a los que le tememos al agua, a lo que alguna vez la quisimos, a los que desde siempre jugamos a correr bajo la lluvia.
Nadie en la vereda entiende cómo el cielo empieza a llorar, abriendo así el barril de lluvia, y ellos se agarrados de las manos, toman de una copa, y así el hombre de cristal vuelve a vibrar, y ve como todo, todo, absolutamente todo corre hacia ahora.
La Florista que se emborracha con Legui los mira encantada desde la esquina en diagonal a la parada del colectivo, mientras espera que el coche que está en doble fila se corra de la rampa amarilla de las silla de ruedas, para bajar el chango con las compras, al igual que todos los jueves.
En el entusiasmo, se chorrea de miel al recordar cómo se entregaba al amor cuando tan, o más joven que ellos, esperaba siempre, la espera de los trolebuses con lluvia, para bailar una rumba, danza del apareamiento.
Cassandra lo agarra de la mano izquierda con su mano derecha.
Dante la toma con su mano derecha de la cintura y se rozan, se chocan las pelvis y frotan sus panzas sin miedo a quedar pegados, jugando a encastrar, encantados, encantándolo todo.
Sacuden las caderas para afuera.
Bailan.
Encantadores encantados que cantan la canción que suena en sus cabezas y todos los miran y los ven, son el centro de la escena en una esquina de la ciudad.
La llovizna se vuelve cada vez más espesa, las gotas que del cielo caen pero se deshacen a su alrededor, como una burbuja, antes de tocarles la cabeza.
Berni pasa por esa esquina con un taxi porque está llegando tarde a dar clase, relee en el colectivo con la cabeza apoyada sobre el vidrio empañado ese texto de Julzar que habla del aplastamiento de las gotas, y no puede creer lo sexuales que son.
Tan sexuales son que al llegar a la otra esquina se baja del colectivo casi en marcha y corre hacia la esquina para ver si son de verdad, si todavía siguen ahí, y entonces la ve detrás a La Florista que se emborracha con Legui y va hasta ella, la corteja, la invita a bailar y pidiéndole permiso, arranca una flor del ramo y se la entrega de rodillas.
Y mientras los veo, mis dedos acelerados como tarántulas saben que la humedad es lo único que mata, saben que la tempestad no siempre es tormenta y saben que la intensidad es la única medición válida, y mis ojos se humedecen cada vez más al verlos y entonces aprieto los ojos con fuerza, para respirar hondo por la nariz, y declararme ya profundamente dentro de la escena, y la lágrima cae de de mi ojo derecho, chorrea por la mejilla hasta reventarse contra el pulgar de mi mano derecha, responsable de darme aire al escribir, y justo cuando todos estaban a punto de besarse, el cielo se ilumina con un rayo, el silencio que antecede al trueno lo vuelve más ensordecedor y todos, todos, incluso ellos dos, Cassandra y Dante, salen corriendo.




1 comentario:

  1. El amor es, la única gran gota , capaz de llenar de agua un desierto extenuado.

    Me ubico, me mojo , me hizo bailar y caminar.

    Un abrazo!

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