EZEQUIEL WOLF

viernes, 27 de julio de 2012

Vibración o Muerte



Y ahí estás mirándome dormida
soy tu carne de sueño y me mordés para arrancarme
para agarrarme con tus piernas enrolladas a mí sujetándome,
volviéndome sujeto tuyo en sueños;
Y yo a tu servicio soy tu cuerpo en sueño
y me mordés la oreja
y me mojás la escucha que se humedece
que se vuelve música otra vez
otra vez en tu lengua
tocándome con la palma de tus manos
recorriéndome horizontal
desde mi hombro derecho
enfrentados los dos
con la yema de tus dedos hasta la mitad del cuerpo
helándome un segundo antes de tocarme,
y me das vida otra vez
con tus dedos fogosos de magia
y me bajás la mano apoyada contra una pared
sosteniéndome
y rendido vos desplomándote hacia delante
como habiendo dejado de latir.
Y entonces tu brazo izquierdo
alrededor de mi espalda se anuda
y vos figurás en mí
movimientos en espejo
sueños en serie
serie de sueños en espejo
atravesados en realidad
atravesándome a mi de espaldas
despierto siento tus dedos como alas,
te siento esculpiéndome.


-Acá tenés mi nombre, envuelto en carne y derramando lágrimas...
-Bien. Confío, entonces en que te quedes, en que te puedo tocar...
-Podés confiar, podés tocarme, podés morderme, podés hablarme,
podes escribirme, podés hacer lo que quieras, vos me trajiste hoy acá,
vos me imaginaste.
-Puedo callarte también.
-Podés comerme también.
-Cerrá los ojos.
-¿Qué me vas a hacer?
-Quiero que cierres los ojos, que respires el aire caliente que sale de mi voz,
la sangre, mi respiración.
-Quiero que dibujes mi boca carnosa con tus dedos de pan
como en el capítulo 7 de Rayuela, cuando Oliveira le toca la
boca a La Maga.
-Yo quiero que cierres los ojos y que me mires. Quiero
desnudar nuestra incertidumbre nena y creo que así, al ritmo de
la respiración vamos a hacerlo y bien, ya vas a ver. Vamos a
navegar con nuestros ojos bien abiertos.
-Y bien adentro.
-Y bien adentro también.
-Bien.
-Bueno. Contame ¿Dónde estuviste? ¿Qué anduviste haciendo?
-Si te parece descorchate un vino y que las copas empiecen a hablar…
-A tu salud entonces!
-A tu imaginación.
-Y a tu sangre.
-Y a tu sangre.


Soñé que eras la madre entre las sombras de una cama en llamas.
Llave de placer decantado mi lugar en el mundo
y no había tiempo para elegir entre la luna y el sol,
y vos como cielo abierto en las sábanas del jardín
teñiste los cuerpos en una guerra de estrellas,
constelaciones de besos y piernas rojas de tanto caminar de un lado a otro,
siempre en acción conjugando verbos,
como en el poema 12 de Girondo 
que reina en la pared de una casa en algún lugar no tan cercano.


Entre risas tímidas, se sabe, hay algo que está muriendo.
El remolino avanza otra vez,
el aire se confunde entre perfumes viejos y olores cansados.
La luna no se asoma a la mesa,
sabe que mostrar la cabeza podría dar lugar a la muerte.
El sol por su parte no piensa tampoco en decir que si,
porque sabe que hasta él mismo podría quemarse
y consumirla habitación.
Las manos limpias,
los brazos manchados de transpiración,
flujos exprimidos que chorrean de tus dedos,
jugos hartos de sutilezas que entran y salen progresivamente hasta ver la luz,
y al llegar a la exhalación,
el cuerpo se desarma en un suspiro
que sale desde adentro de la piel que estalla,
y ahí están los dedos
y vos
 en el vacío de la masturbación que ya no necesita fotos,
tan solo cerrar los ojos…


…y a oscuras, te veo en tu habitación,
revelándote,
revelándome en tu cama a oscuras y aplaudís.
Yo lo sé, yo te escucho,
y aplaudís para no perderte, aplaudís marcando el tempo.
La secuencia que tiene lugar en tu lugar,
halos que se imprimen en luz en tus ojos desde el recuerdo.
"Es tiempo de sentir" decís,
respirás hondo sin llegar a marearte,
y reacomodás los almohadones de tu cama para acostarte sobre ellos otra vez.
Una vez reacomodado todo,
volvés a la memoria en la ceremoniosa oscuridad
y revelándome te hundís en tu propia respiración que se agita de a poco progresivamente,
hasta que tu voz se escapa de tu boca gritándome
y ahí te despertás,
sorprendida, transpirada, húmeda
y con la mano derecha dentro de tu pantalón.


Pétalos que suben y bajan agitados, agitados en busca del rubor.
En nombre del amor, necesitados de sentir calor y que el ardor
camine tan figurativo y tan incesantemente dulce por los lirios.
Flores amasadas que se funden cuando entran en color y se desarman,
pierden el gesto hasta que finalmente deshojadas caen.

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