EZEQUIEL WOLF

miércoles, 25 de julio de 2012

LABOCAMARCADAPORLASUVASDELVINO.


Vos viniste a mí desde el sol masticando tus labios rojo vino, vestida en seda.
Mi amor desfilando en la avenida tus ojos de nácar, porque hubo algo más que la puerta que se abrió cuando el respeto de tu voz quebró el silencio quieto y muerto de mi habitación en una noche caliente de invierno.
Yo estaba solo en el sillón dibujando el arte de mi cuaderno de odas masturbatorias cuando vos me dijiste “Buenas noches amor, vine a vos desde allá, desde el sol, ya no me esperes al alba. Vine para quedarme, para que duermas conmigo”.
Y me respiraste agitada sin tocarme.
Acercaste tu boca a mi nariz arrodillada sobre mis piernas y sin mirarme a los ojos “para empezar-dijiste- por hoy prefiero mirar a la pared. Después mañana, amanecidos los dos bajo la luz del sol que se cuela por la ventana abierta e iluminando el cielo azul y acá vos y yo, los dos, con esta música liviana… ¿Quién sabe?”
Afuera llueve y Buenos Aires se humedece, y yo quiero pedirte que hurgues en tu pantalón,
en serio, fijate que te compré un jazmín amarillo, está casi seco, como por perder el color.
¿Cuánto tiempo más para salir a caminar?
Nena!!! Por favor te pido que bajemos. Quiero que te lo pongas en el pelo. Me gusta pensar tu cara coronada por el jazmín amarillo. En serio te digo. No me mires así.
Daría cualquier cosa por salir a la calle ahora a caminar bajo la lluvia, vos con esa flor enredada en tu cabeza y yo jugando a perder el aliento. Pero ahora que lo pienso podemos cambiar el disco elegir como punto de partida alguna canción que nos incite a bailar a los dos, acá, adentro en el sillón, parados en la cama, con almohadones o almohadas mojadas en el piso del baño, en las sillas de la cocina o desnudos en la ducha, o empapados y envueltos en el balcón. Una fiesta, una celebración por el hambre resentido que durante tantos años sólo conversé yo conmigo y consolé yo solito con mis manos.
Después podemos sentarnos los dos a tomar el té en la cama, como al borde del precipicio del reino de la comodidad, casi listos para subirnos al tren del sexo. Vos vas a enseñarme a escribir y a no respirar tan alto y yo voy a hacer lo propio con tus pinturas y el sentido de la elegancia y el respeto por lo propio y por lo ajeno sin sentirlo sólo como distancia.
Ahora que lo pienso quiero que también arregles el agua caliente  y dibujes en mi frente la forma de tu boca con tus labios a cada hora y yo a cambio prometo arrodillarnos en las arenas del sur por lo menos una vez al mes.
Podemos ir a pie o en sueños.
Y es más.
Si estás dispuesta podemos ir en tren, y ahí ver que la ciudad fuera de temporada es una ciudad desolada, desvastada por la guerra o incinerada por el mismísimo sol y entonces vas a decirme que no te importa no poder meterte al mar porque lo que te gusta es caminar por la orilla, y que sólo te interesa viajar al sur para escuchar el rugir del mar sentada en las piedras y cada vez que yo no quiera verte dormir vos vas a salir corriendo a buscarme
y yo voy a recordarte que vos viniste a mí desde el sol masticando tus labios rojos de vino.

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