EZEQUIEL WOLF

jueves, 26 de julio de 2012

ADOROLATELETRANSPORTACIÓN.


Con una mano la abraza, la lleva contra su cuerpo.
Necesita tocarla, tenerla ahí,
sentir las vibraciones de la sangre dentro de las venas,
saber que es carne y hueso.
Toca su piel porque la quiere viva.
Con la otra mano, se acomoda
y el brazo que la abrazaba se estira más.
Juegan frente al televisor y de espaldas a la música,
“siempre tan selecta con las agujas del reloj”.
El le acaricia los labios,
labios de miel, labios de ensueño,
labios que él alguna vez hasta supo dar por muertos.
Ella se escurre inmóvil y sólo deja ahí su cuerpo,
porque sus ojos y su verbo ya están en otro lado.

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