EZEQUIEL WOLF

viernes, 11 de julio de 2014

pre prólogo lecho de cristal

Yo no me fui a ningún lugar, en serio, no. No me fui a buscar nada a ningún lugar.
Es tan solo un suspiro, un halo dentro del cielo. La magia. La fuerza. Una suma de sensaciones que no podría explicarlas. Realidad, una suma de espíritus, de fantasmas... Alguien díjome una vez que los gatos se quedan suspendidos en una mirada al ver atravesar un ángel el aire y bueno, ésta es la sensación quizás, sí de quiebre, del desfile impersonal y propio por un verbo que vive en mí, las ilusiones y nada es igual, y si bien esto antecede a lo que sigue después nada tiene que ver en realidad con el contenido, así como el contenido no es nada más que una suma de cosas sueltas. el inicio y el fin. atrás de esta publicación toda la obra osea lo que nos pinta el paraíso del jardín condecorado en el medio.


Esto es lo que apareció sobre la cama. Su cuarto estaba sí igual que siempre, con las sensación del caos, una explosión a punto de de implosionarse, el grado cero de la generación donde la degeneración misma es tan irreal que al desaparecer genera. Estaba todo revuelto. Los discos, los libros. Todo indicaba que iba a volver. La nota como doblada a la mitad en una hoja rayada de un cuaderno, y el cuaderno por ahí desaparramado entre mitades de hojas rotas y cajas de discos y mucha ropa tirada por todas partes. Lo más extraño es que la lapicera estaba dentro de la hoja doblada.
Como si esta muerte, Oh!!! dije muerte. Sí, como si esta muerte estuviese premeditada.
En la nota habia una dirección que no voy a decir cuál es, no es esto lo que importa, no sé si importa lo que sigue, pero después de todo este poeta, (últmamente autoproclamado) escritor nos dejó esto.


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