…y
desesperada Irina se dio cuenta en ese momento, por el contraste de la rejilla
del trapo con el aluminio liso del fondo de la pileta que la canilla goteaba.
Intentó cerrarla con la mano izquierda pero no pudo. Pensó en hacerlo con
las dos juntas, y para eso dobló el trapo en dos, y sosteniéndolo con las dos
manos envolvió la canilla, la giró con fuerza hasta cerrar y matar así al goteo.
–Puta madre, otra vez este cuerito de mierda – eructó con bronca.
Es que en los
otros departamentos en los que vivió, el aviso surgió a partir de ese momento
en el que el agua se filtra por alguna de las juntas y entonces es probable que
la humedad se lo coma todo como un cáncer.
– El enamoramiento de una casa nueva
no dura más que el cuerito de la canilla – dijo asomada en la mesada y con los
ojos fijos revisando que no hubiese una gota a punto de caer de la canilla o
brotando de las raíces de las llaves.
Lo que la distingue a Irina, hasta más que las vinchas o los pañuelos en la cabeza, es la precisión de los
cueritos de las canillas. Ni bien la canilla empieza a gotear, eso ya es motivo
suficiente para que Irina se declare en campaña, primero mental y después
física, para la búsqueda de un lugar nuevo para vivir.
"Lo primero que se hace es dar lugar a la idea, y con ella se agarra un pedazo de masa para buscar el ideal, y después en base a eso se empieza a tallar el diamante en bruto hasta finalmente mudarse… …sensación de terminar un rompecabezas de 7000 piezas…" dice sentada en el umbral de la puerta de calle fumando con las piernas cruzadas.
"Lo primero que se hace es dar lugar a la idea, y con ella se agarra un pedazo de masa para buscar el ideal, y después en base a eso se empieza a tallar el diamante en bruto hasta finalmente mudarse… …sensación de terminar un rompecabezas de 7000 piezas…" dice sentada en el umbral de la puerta de calle fumando con las piernas cruzadas.